
Protesta antiisraelí tras los ataques israelíes contra Irán en Teherán. WANA y5l1y
Trump y Netanyahu jugaban con Irán mientras el ayatolá creía ganar tiempo: "Hay riesgo de guerra civil, como en Siria" 4c5v4t
La ofensiva ataque israelí recupera la estrategia empleada contra Hezbolá. Pero incluso si la táctica es eficaz a corto plazo, el precio puede ser un conflicto duradero, descentralizado y radicalizado. 5229s
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La reciente ofensiva israelí contra objetivos nucleares y militares en Irán no solo ha supuesto un golpe sin precedentes al aparato del régimen de Teherán, sino que también ha dejado al descubierto un complejo juego de espejos diplomático, en el que el discurso público y la acción real han seguido caminos opuestos.
Tal como reveló Axios, la operación israelí —denominada “Operation Rising Lion”— llevaba al menos ocho meses en preparación y fue diseñada para neutralizar simultáneamente las capacidades nucleares y balísticas de Irán. Desde el primer momento, los ataques se dirigieron no solo contra instalaciones estratégicas como Natanz, sino también contra la cúpula del poder militar iraní y científicos nucleares clave, mediante una combinación de bombardeos y sabotajes ejecutados sobre el terreno por el Mossad, los servicios secretos israelíes.
El trasfondo diplomático no es menos explosivo. Pese a que Donald Trump insistió públicamente en que se oponía a un ataque que pudiera “hacer estallar” las negociaciones nucleares, fuentes israelíes afirmaron a Axios que el presidente en realidad coordinó discretamente la operación con el líder israelí Benjamin Netanyahu, fingiendo oposición para evitar que Irán redistribuyera a sus altos mandos.
La versión oficial estadounidense mantiene que el ataque fue unilateral, pero el margen de ambigüedad ha alimentado todo tipo de interpretaciones.
Según explica a EL ESPAÑOL el analista libanés Nadim Shehadi, el JOA (siglas en inglés del Plan de Acción Integral Conjunto), el acuerdo nuclear firmado en 2015 bajo la presidencia de Barack Obama entre Irán y las potencias del P5+1 (EEUU, Reino Unido, Francia, Rusia, China y Alemania) fue “la mayor estafa en la historia reciente”, y las negociaciones nucleares no fueron sino un señuelo iraní para ganar tiempo.
Como resultado, Estados Unidos hizo la vista gorda mientras la Guardia Revolucionaria consolidaba gradualmente su control en Palestina, Líbano, Siria, Irak y Yemen, un precio que —según Shehadi— el mundo está pagando desde el 7 de octubre.
Una de las condiciones impuestas por el entonces ministro iraní Javad Zarif fue que Washington no interfiriera ni comentara nada sobre la política regional iraní durante las negociaciones. “Las negociaciones fueron una distracción, y Estados Unidos cayó en la trampa”, afirma el experto, señalando además que los negociadores norteamericanos fueron engañados por supuestos analistas que trabajan a sueldo de Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (IRGC, siglas en inglés).
Ahora, en un giro irónico del tablero geopolítico, Shehadi cree que Trump ha replicado la misma jugada: fingir intención de diálogo mientras se preparaba el ataque. “Les ha jugado el mismo juego a ellos”, sostiene. A su juicio, lo ocurrido con Irán e Israel tendrá consecuencias duraderas. “Es necesario un mínimo de confianza. La implicación a largo plazo es que nadie confiará ya en ninguna negociación”.
El libanés destaca que no es la primera vez que este tipo de estratagemas se utilizan en la región: antes del ataque del 7 de octubre, Hamás también había negociado un acuerdo con Israel. “Estoy seguro de que hay un proverbio persa sobre esto”, bromea. Para él, el hecho de que Irán haya sido víctima de su propia táctica revela la fragilidad de cualquier arquitectura diplomática basada en el doble juego. Y añade un dato clave: “Deberías ver la euforia entre los libaneses y los sirios que han sufrido a manos de las milicias iraníes” tras los bombardeos.
En conjunto, tanto las revelaciones del informe de Axios como el análisis de Shehadi coinciden en un diagnóstico inquietante: Oriente Medio ha entrado en una nueva etapa, donde el valor de la palabra diplomática está bajo mínimos, y donde los actores —estatales y no estatales— juegan a fingir moderación mientras acumulan pólvora.
El equilibrio, como siempre en la región, vuelve a pender de un hilo invisible.

Un niño sostiene una bandera iraní mientras la policía hace guardia durante una protesta contra los ataques israelíes contra Irán en Bagdad. Reuters
A esta compleja radiografía se suma el análisis de Kaveh Nematipour, analista y activista opositor iraní, quien advierte a este diario que lo ocurrido no solo representa un golpe quirúrgico de precisión, sino un punto de inflexión con consecuencias impredecibles para el futuro de Irán y de toda la región. El ataque israelí replicó la estrategia empleada contra Hezbolá: decapitar el liderazgo para quebrar el impulso ofensivo. Pero incluso si la táctica es eficaz a corto plazo, el precio puede ser un conflicto duradero, descentralizado y radicalizado.
Irán se encamina hacia una guerra civil similar a Siria, afirma Nematipur. “Lo he dicho durante los últimos siete u ocho años... Mi entendimiento es que Irán se encamina hacia una guerra civil, algo similar a Siria”, advierte.
Cree que el régimen, gracias a décadas de ingeniería social, represión y control, cuenta con una base organizada —aunque minoritaria— que podría sostener una guerra prolongada como ocurrió con los talibanes en Afganistán. Los efectos internos del ataque israelí, añade, podrían ser más significativos que los externos.
Aunque la cadena de mando será remplazada con rapidez, lo preocupante es que los dirigentes asesinados conformaban “una red de protección contra amenazas internas”, por lo que su eliminación puede intensificar la represión dentro del país. Nematipour insiste en que no hay un “final claro” ni por parte de Irán ni de Israel. “Esto no ha terminado ni de lejos, los israelíes quieren seguir golpeando, y lo están haciendo”.
Para este analista iraní, el objetivo israelí recuerda a la estrategia aplicada en Líbano: descabezar el aparato militar para debilitarlo a largo plazo, sin necesidad de una victoria total. Cuestiona además la lógica de un nuevo acuerdo nuclear: “¿Por qué firmaríamos contigo? Eres quien abandonó el anterior”.
Tampoco cree en la tesis de que matar comandantes provocará un levantamiento popular. “Quien crea que matando a unos cuantos comandantes de la Guardia Revolucionaria el pueblo iraní se va a levantar y empezará un gobierno prooccidental, no está en su sano juicio. Eso no va a pasar”.
Finalmente, recalca que Irán sigue siendo un sistema robusto, con capacidad de regeneración y recursos suficientes para resistir. Más aún, Nematipour sostiene que el ataque pone en evidencia la inutilidad de cualquier acuerdo nuclear si EEUU no puede —o no quiere— contener a Israel. “¿Lo sabían y no quisieron detenerlo? ¿O lo sabían y no pudieron? En cualquiera de estos casos, ¿por qué firmaríamos un acuerdo ahora?”, cuestiona.
La pérdida de confianza es total, y para Irán, insiste, el asunto nuclear ya no es una cuestión de alivio de sanciones, sino de supervivencia pura.
“Los israelíes enviaron 200 aviones y no han tenido bajas. No sufrieron nada. Los iraníes no derribaron ni un avión.” Este hecho del viernes resume el desamparo militar de Teherán. Pero incluso si la táctica es eficaz a corto plazo, el precio puede ser un conflicto duradero, descentralizado y radicalizado.
“No veo un final a corto plazo para esto”, concluye. Y lanza una advertencia que resuena más allá de Oriente Medio: “Esto será un desastre para todos: Europa, la región, porque esta gente lleva preparándose para esto durante 47 años. Lo dan todo. No tienen adónde ir”. El golpe a Irán, si bien efectivo en términos tácticos, puede haber abierto la caja de Pandora.